Pedagogía crítica y cultura depredadora de Peter McLaren

 El libro Pedagogía crítica y cultura depredadora de Peter McLaren ofrece una profunda crítica sobre el sistema educativo y sus vínculos con las estructuras de poder que perpetúan la dominación. En un contexto histórico de precariedad, McLaren sostiene que las relaciones de sumisión y el desprecio por la dignidad humana están arraigados en la sociedad actual. Señala cómo la enfermedad moral y el desamparo emocional son manifestaciones de un sistema que ha vaciado de contenido las promesas de democracia, libertad y justicia social. La educación, lejos de ser un espacio neutral, se ha convertido en un terreno de lucha ideológica.


McLaren expone que la cultura depredadora, característica del capitalismo postindustrial, no solo devora recursos materiales, sino que también mina el tejido social, reduciendo las relaciones humanas a meros intercambios de consumo. En este entorno, el marketing y el consumismo se erigen como pilares, condicionando la forma en que las personas se relacionan entre sí y con el mundo. La pedagogía crítica, entonces, se presenta como una herramienta fundamental para cuestionar y resistir estas dinámicas, al confrontar las estructuras de poder y proponer una educación comprometida con la transformación social.


El autor insiste en que la verdadera democracia no puede florecer en un sistema que privilegia la brutalidad y las nuevas formas de dominación. La educación debe ser entendida como una cuestión profundamente política, donde la lucha por la libertad y la justicia no solo se enseña, sino que se vive y se practica en cada aula. Frente a una cultura que busca reducir la humanidad a una mercancía, la pedagogía crítica invita a repensar el papel de la educación como un espacio de emancipación colectiva.


En este sentido, McLaren denuncia la manera en que la escolarización tradicional refuerza las jerarquías sociales y reproduce las inequidades. La educación debe ser un proceso liberador, capaz de empoderar a las personas para desafiar las normas establecidas y crear nuevas formas de convivencia, basadas en la solidaridad, el respeto por la diferencia y el compromiso con la justicia social. Esta visión se opone directamente a la cultura depredadora, proponiendo una alternativa donde la educación se oriente hacia la construcción de una sociedad más equitativa y humana.


En Pedagogía crítica y cultura depredadora, Peter McLaren expone cómo la cultura depredadora rechaza las bases éticas tradicionales, sustituyéndolas por falsas esperanzas basadas en la acumulación de valor. Esta cultura mezcla lo real con lo imaginario, creando una realidad en la que la violencia y el sufrimiento se normalizan. En este sistema, el caos se convierte en algo sublime, y el miedo, especialmente dirigido hacia los más vulnerables, se usa como herramienta de control social. McLaren señala que esta cultura convierte el apocalipsis cotidiano en un espectáculo en el que los políticos y las élites encuentran placer, exacerbando la división racial y social.


Los ordenadores y la tecnología, en este contexto, asumen un papel de "nuevos empresarios", mientras que las personas son reducidas a meros usuarios de la maquinaria. McLaren critica cómo las estructuras sociales, culturales y humanas se subordinan al capital, en un sistema que trivializa el dolor y glorifica la violencia.


La cultura depredadora que McLaren describe es un sistema que fomenta el entretenimiento con el peligro y la indiferencia hacia el sufrimiento. El "extraño" o lo "anormal" se vuelve parte de la normalidad, creando una sociedad donde la violencia y el caos se consideran inevitables. Esta aceptación del caos y la violencia perpetúa una apatía colectiva que impide la búsqueda de soluciones reales.


En este contexto, McLaren advierte sobre el peligro de vivir en una cultura donde la fantasía de un futuro apocalíptico deja de ser una distopía lejana y se convierte en una realidad cotidiana. La posibilidad de salvación, según esta visión, se vuelve irrelevante, pues el caos y el sufrimiento se han normalizado. Los individuos ya no buscan mejorar su situación, sino que aceptan el sufrimiento como una parte inescapable de la existencia.


El autor también destaca el papel de los políticos y las élites en este sistema, quienes no solo son indiferentes al sufrimiento humano, sino que, en muchos casos, disfrutan de él. Esto es particularmente visible en la forma en que el dolor y la opresión de las personas de color son tratados con desprecio y violencia. La "máquina mexica" mencionada en el texto hace referencia a la forma en que las culturas dominadas, especialmente las de origen indígena o no blancas, son explotadas y reducidas a meros engranajes de este sistema de opresión.


La crítica de McLaren no se limita solo al ámbito político o económico, sino que también incluye el cultural. La "vida divertida" que propone la cultura depredadora es un entretenimiento vacío, basado en la violencia y el sufrimiento ajeno. En lugar de fomentar la solidaridad y el respeto mutuo, esta cultura erosiona los lazos sociales y fomenta una insensibilidad hacia el dolor de los demás.


A medida que la tecnología avanza y se integra más en nuestras vidas, McLaren advierte sobre el peligro de convertirnos en meros usuarios, sin control real sobre nuestras propias existencias. Los ordenadores y las máquinas, en lugar de ser herramientas para la emancipación humana, se convierten en instrumentos de dominación que perpetúan la cultura depredadora.


Peter McLaren reflexiona sobre el papel de la televisión en la creación de una cultura que glorifica la violencia y promueve la pasividad en la ciudadanía. En una sociedad donde la televisión se ha convertido en una herramienta poderosa de control, los medios presentan una imagen distorsionada de la realidad. Esta manipulación transforma a los espectadores en sujetos sociales pasivos, temerosos y políticos, incapaces de cuestionar o transformar las estructuras de poder que los oprimen.


McLaren resalta la urgencia de un cambio en el enfoque curricular de las escuelas. Aboga por una educación mediática crítica que permita a los estudiantes no solo consumir, sino también interpretar y desafiar los mensajes que reciben de los medios. Las escuelas deben priorizar la creación de una ciudadanía capaz de resistir la infantilización promovida por los medios, fomentando el pensamiento crítico y la acción política.


La televisión, bajo la lógica de la cultura depredadora, promueve un espectáculo de violencia donde la apariencia importa más que la ética. Esto se refleja en la proliferación de imágenes de violencia, donde las armas y los crímenes se normalizan en la pantalla, desensibilizando a los espectadores ante la brutalidad. Para McLaren, este proceso es un intento de desviar la atención de los problemas reales y estructurales de la sociedad, manteniendo a la población sumida en el miedo y la paranoia.


La cultura depredadora, según McLaren, busca perpetuar un estado de pasividad en el que las personas no solo aceptan lo que ven en la televisión como verdad, sino que también se sienten impotentes para cambiar su situación. La política del miedo se convierte en una herramienta de control, manteniendo a la población en un estado de alerta constante, pero incapaz de actuar. Este ambiente de paranoia limita la capacidad de la ciudadanía para organizarse y enfrentar las injusticias que sufren.


Uno de los mayores desafíos, según McLaren, es la necesidad de crear un enfoque curricular que permita a los estudiantes cuestionar las narrativas que ven en la televisión. Las escuelas deben preparar a los estudiantes para ser ciudadanos críticos, capaces de desmantelar las imágenes distorsionadas del mundo que los medios de comunicación promueven. Este enfoque debe estar dirigido a transformar no sólo la forma en que los estudiantes ven la televisión, sino también la forma en que se relacionan con el mundo.


La alfabetización mediática es clave en la propuesta de McLaren. Esta alfabetización no solo implica entender cómo funcionan los medios, sino también cómo estos moldean nuestras percepciones y actitudes hacia la sociedad. Los estudiantes deben aprender a decodificar los mensajes que reciben, identificando las agendas ocultas detrás de ellos, y actuar en consecuencia para transformar su entorno.


La cultura depredadora se alimenta de una ciudadanía desinformada e incapaz de criticar las estructuras que la oprimen. En este sentido, la televisión se convierte en una herramienta que perpetúa la opresión al mantener a las personas distraídas y conformes con el estado actual de las cosas. Para McLaren, la educación es la clave para romper este ciclo y empoderar a los estudiantes para que se conviertan en agentes de cambio.


Además, McLaren advierte sobre los peligros de aceptar una visión de la realidad mediada exclusivamente por los medios. Las imágenes que la televisión presenta como reales son, en su mayoría, construcciones diseñadas para manipular la opinión pública y fomentar una cultura del consumo y la violencia. Los estudiantes deben aprender a identificar estas construcciones y desarrollar una visión crítica del mundo que les permita resistir estas influencias.


El reto, entonces, es doble: por un lado, se necesita una ciudadanía que pueda interrumpir las narrativas distorsionadas de los medios y, por otro lado, se requiere una educación que capacite a las personas para transformar esas narrativas. La televisión, en lugar de ser un espacio para la reflexión crítica, se ha convertido en un vehículo para la perpetuación de una cultura de violencia y miedo, que aleja a la ciudadanía de la posibilidad de una verdadera democracia.


Finalmente, McLaren concluye que la única forma de resistir esta cultura es a través de una pedagogía crítica que desafíe las estructuras de poder existentes. La educación debe ser un espacio de lucha y resistencia, donde se cuestionen las normas establecidas y se promueva una visión del mundo basada en la justicia social y la dignidad humana. Solo a través de una educación crítica y consciente es posible revertir el curso de una cultura que glorifica la violencia y el sufrimiento.


Referencia

McLaren, P. (1997). Pedagogía crítica y cultura depredadora. Ediciones Paidós


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