La era del capitalismo de la vigilancia

La era del capitalismo de la vigilancia, un libro narrado por Shoshana Zuboff quien realiza un profundo y detallado análisis sobre la manipulación a gran escala que se lleva a cabo a través de la minería de datos en las redes sociales, esta autora introduce el concepto de capitalismo de la vigilancia, donde las experiencias humanas son apropiadas como materia prima por grandes empresas tecnológicas, que las transforman en datos de comportamiento, utilizados para la explotación comercial. Según Zuboff, este sistema no solo genera riqueza y poder para unas pocas corporaciones, sino que también amenaza con remodelar la naturaleza humana misma.

¨¿Terminaremos todos trabajando para una máquina inteligente, o la máquina funcionará con personas inteligentes alrededor?¨( Zuboff, 2020,pág. 11). Esta pregunta expuesta en el libro nos invita a reflexionar y pensar seriamente sobre si la tecnología controlará nuestras vidas o si nosotros mantendremos el liderazgo.

Las redes sociales se han convertido en herramientas esenciales para recolectar datos que luego son vendidos y utilizados para predecir y modificar el comportamiento de los usuarios. Zuboff advierte que esta tendencia tiene implicaciones inquietantes para el futuro, ya que el avance tecnológico pronto podría desplazar muchas funciones humanas, reemplazando el trabajo y la toma de decisiones por sistemas automatizados, exponiendo cómo la sociedad está atrapada en una lógica de explotación y manipulación.


La autora nos describe cómo la tecnología ha transformado nuestra relación con las empresas digitales. Hoy en día, contamos con dispositivos inteligentes como celulares, televisores y computadoras que recolectan constantemente información sobre nuestro comportamiento, lo que ha permitido que grandes empresas como Google, Facebook, Instagram y Twitter capitalicen esos datos para generar ganancias. 


Estas compañías monitorean nuestras preferencias, gustos y acciones, procesando esa información para ofrecer productos y servicios personalizados, creando una especie de capitalismo de la vigilancia. Lo que consumimos a diario en línea, nuestras búsquedas, e incluso las publicaciones que hacemos en redes sociales, quedan registradas y almacenadas, y las empresas usan esos datos para comprender mejor nuestro comportamiento y así ajustar sus estrategias de mercado.


Este nuevo sistema plantea serias preocupaciones sobre la privacidad y el control personal. Las redes sociales y las empresas digitales, al recopilar y procesar nuestros datos, han creado un entorno donde prácticamente todo lo que publicamos queda registrado de forma permanente, lo que puede tener consecuencias imprevistas y, a menudo, no deseadas para los usuarios.


El libro aborda cómo el internet, en lugar de fomentar el pensamiento crítico, muchas veces contribuye a la división de la sociedad. Zuboff también habla de la extracción de datos de nuestras conductas, mencionando que muchas aplicaciones en nuestros teléfonos actúan como espías, utilizando inteligencia artificial para recopilar información. Por ejemplo, cada vez que usamos respuestas predeterminadas o emojis en nuestros chats, estamos alimentando esa inteligencia artificial, ayudándola a mejorar y a entender mejor nuestras emociones y patrones de conducta.


Además, el análisis de la inteligencia artificial ha llegado a tal nivel que sabe cuántas veces haces clic en un producto antes de comprarlo, si revisas un artículo una, cinco o diez veces, el algoritmo lo detecta y te bombardea con anuncios relacionados para manipularte y que termines comprando. Esto no es casualidad, sino una estrategia clara para fomentar el consumo desmedido, beneficiando a las grandes empresas tanto nacionales como extranjeras que pueden comprar esta información para ajustar y desarrollar sus productos.


La aurora destaca que cuando una empresa física tiene algún problema legal, el proceso para que la justicia actúe es lento, tal vez tres veces más lento que lo que se necesita. En contraste, el internet y las empresas digitales trabajan a una velocidad muchísimo mayor generando una enorme desventaja cuando las autoridades intentan intervenir en el mundo digital.


Cuando la justicia se mueve para investigar o regular a una empresa digital, estas ya han evolucionado, cambiado de contexto o generado nuevos problemas, las leyes simplemente no pueden seguirles el ritmo, lo que las hace en muchos casos casi inútiles en este entorno. 


Un aspecto particularmente grave es que las empresas digitales que recopilan y usan nuestros datos con fines comerciales, suelen quedar impunes, mientras que las leyes castigan a los pequeños comerciantes, a las personas que trabajan en la economía informal o que apenas tratan de sobrevivir vendiendo en las calles, las grandes empresas parecen estar protegidas. 


Incluso hay casos en los que estas corporaciones son respaldadas por los propios gobiernos que negocian con ellas, otorgándoles acceso a datos o propiedades con facilidad, mientras que la justicia cae con fuerza sobre los más pequeños, las grandes empresas que tienen un impacto mucho mayor en nuestras vidas al recolectar y explotar nuestros datos a menudo escapan sin consecuencias.


Zuboff argumenta que esta dinámica es especialmente preocupante porque estas corporaciones tienen un poder inmenso, no solo económico, sino también en la forma en que influyen en nuestras decisiones y comportamientos, utilizan nuestros datos personales para manipular nuestras elecciones en el mercado y, a su vez, evaden las regulaciones y los controles legale.


Este desbalance entre cómo las leyes se aplican a los pequeños comerciantes y cómo se les permite a las grandes corporaciones explotar la vigilancia digital sin rendir cuentas, es uno de los puntos más críticos del libro. Zuboff sugiere que es necesario repensar y actualizar nuestras leyes para que puedan responder de manera efectiva al ritmo y las prácticas del mundo digital.


Zuboff explora cómo dispositivos y asistentes virtuales como Siri, Asistente de Google o Alexa, que muchos de nosotros usamos a diario, funcionan como herramientas de recopilación de datos bajo el marco del capitalismo de la vigilancia. No es raro que estos asistentes se activen solos, no porque haya algo terrorífico sucediendo, sino porque están siempre atentos escuchando nuestras conversaciones o detectando ciertos comandos, esto no es un error, sino parte del diseño para recoger información de nuestro entorno, nuestras palabras y nuestras acciones.


Esta recopilación de datos tiene un propósito más allá de hacer que el asistente digital aprenda  a ser más eficiente, lo que realmente ocurre es que todos esos datos son utilizados para perfeccionar sistemas de inteligencia artificial que en última instancia serán vendidos a otras industrias, como hoteles, restaurantes, centros comerciales o empresas de telecomunicaciones.

Zuboff señala que este avance, aunque pueda parecer innovador o conveniente, tiene un lado oscuro, pues se puede decir que la automatización está desplazando cada vez más a la mano de obra humana. En el futuro, estos asistentes digitales podrían reemplazar trabajos que hoy en día dependen de humanos, afectando gravemente la economía local y global de muchas personas.


Además, la autora argumenta que el sistema detrás de estos asistentes no solo capta nuestras palabras, sino también nuestras emociones, cada vez que interactuamos con ellos o con redes sociales, estamos entrenando a estas plataformas para que reconozcan nuestras reacciones. Estos datos sobre nuestras emociones son procesados y utilizados para mejorar los algoritmos que a su vez nos seguirán bombardeando con contenido y publicidad personalizada, un ciclo interminable de vigilancia que nos convierte en una fuente de información constante para las grandes empresas tecnológicas.



Las grandes empresas tecnológicas han aprendido a sacar provecho de nuestras emociones, ya sea que estemos tristes, contentos, nostálgicos o con cualquier otro sentimiento, ya que estas plataformas están diseñadas para influir en nuestras decisiones de consumo sin que apenas nos demos cuenta, utilizando nuestras propias emociones como herramientas de mercado. 


El internet nos lleva a un comportamiento impulsivo, creando tendencias y gustos basados en la información que recopilamos al interactuar con estas plataformas, a través de algoritmos que estudian nuestras preferencias, las empresas logran adelantarse a nuestros deseos, creando un entorno en el que nuestras decisiones parecen más naturales, pero en realidad están siendo dirigidas. Por decir, hoy en día, parece más fácil enamorarse a través de internet que en la vida real, esto puede ser debido a que el entorno digital nos permite expresar nuestras emociones de forma rápida y casi automática, con emojis, corazones y todo tipo de símbolos que representan lo que sentimos. 


Zuboff también resalta que afecta nuestras decisiones sobre qué ropa comprar, qué maquillaje usar, qué canciones escuchar e incluso a qué candidatos políticos apoyar. Todo está organizado para influir en nuestras preferencias y de esta manera orientarnos hacia ciertos productos o ideologías. El internet se ha convertido en una herramienta que en lugar de fomentar la autorrealización personal y el pensamiento crítico, nos empuja a seguir tendencias predeterminadas.


Vivimos en una era donde los grupos se dividen cada vez más según sus opiniones, creencias o preferencias, es decir, si alguien tiene una opinión que difiere de la mayoría, en lugar de abrir un diálogo constructivo, lo que ocurre muchas veces es que esa persona es bloqueada o recibe una ola de comentarios negativos o ataques, algo que se conoce hoy en día como hate. Las redes sociales, que deberían servir como espacios para el intercambio de ideas, a menudo se convierten en lugares donde las opiniones diferentes son silenciadas ya que las personas buscan únicamente reforzar sus propios puntos de vista.


Muchas veves las plataformas digitales en lugar de unirnos o ampliar nuestras perspectivas, nos está dividiendo más. Además esta fragmentación también tiene un componente clasista, donde se crean estándares a los que la gente quiere pertenecer o que quieren alcanzar. 


En conclusión me parece necesario argumentar que es fundamental que hagamos una revisión profunda de nuestros hábitos con la tecnología y de los dispositivos que usamos a diario. Hoy en día, muchos de los dispositivos que adquirimos vienen con aplicaciones preinstaladas que aunque no lo notemos, están constantemente recopilando información sobre nosotros, pero lo más preocupante es que esos datos están siendo almacenados por grandes empresas para fines de mercado y control. Por lo cual es importante recordar el impacto que el desarrollo tecnológico en nuestras vidas. 


Este libro nos invita a reflexionar sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas, tanto en lo personal como en lo global, recordándonos la importancia de ser críticos, de cuestionar nuestro uso de la tecnología y de cuidar tanto nuestra identidad como nuestro entorno.


Referencia

Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de la vigilancia. Ediciones Paidós

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